ENTRE SEMILLAS Y SUEÑOS : La magia de una huerta en casa
CUANDO SEMBRAR SE COMVIERTE EN APRENDER
Hay algo especial en ver brotar una semilla. No es solo tierra y agua; es esperanza, paciencia y cuidado.
En nuestra comunidad educativa, descubrir el valor de una huerta ha sido como abrir una ventana a la vida.
Comenzamos sembrando algunas plantas aromáticas, sin imaginar que ese pequeño rincón verde terminaría transformando nuestras clases, nuestra alimentación y hasta nuestra manera de convivir.
Cuidar una planta nos enseña a cuidar de nosotros mismos. Aprendimos que no basta con hablar de medio ambiente, hay que tocarlo, olerlo, sentirlo entre las manos.
EL VALOR DE LO QUE CULTIVAMOS
En cada semilla hay una lección: la constancia, el trabajo en equipo y la gratitud.
Las huertas familiares urbanas no solo llenan nuestra mesa de alimentos, sino también nuestro corazón de valores.
Durante el proceso, las familias se involucraron: trajeron botellas para reciclar, ayudaron a sembrar, y compartieron recetas con los productos cosechados.
Fue entonces cuando entendimos que una huerta no se siembra solo en la tierra, sino también en la mente y el alma de quienes la cuidan.
APRENDER CON LAS MANOS , ENSEÑAR CON EL CORAZÓN
Las clases ya no eran iguales. Las huertas se convirtieron en salones verdes donde cada hoja era una página nueva por descubrir.
Aprendimos sobre nutrición, reciclaje, biodiversidad y respeto por el planeta, pero sobre todo aprendimos que la educación más valiosa nace de la experiencia.
Regar, esperar, observar… cada paso fue un recordatorio de que el conocimiento no siempre está en los libros, a veces crece en macetas.
UNA ESCUELA QUE FLORECE
Nuestra institución se llenó de vida.
Los muros ahora tienen plantas colgantes, los pasillos huelen a menta y albahaca, y en cada feria de la ciencia compartimos con orgullo nuestras cosechas.
El proyecto se convirtió en algo más grande que una actividad escolar: es una manera de construir comunidad, de respirar esperanza en medio del cemento.
SEMBRAR PARA EL FUTURO
Hoy comprendemos que cada semilla plantada es una promesa.
Promesa de salud, de unión familiar y de respeto por la naturaleza.
Nuestra huerta urbana no solo cambió nuestro entorno, también cambió nuestra mirada.
Porque al final, cultivar no es solo producir alimentos… es aprender a dar vida.
Reflexión final
En un mundo acelerado, la huerta nos recuerda la importancia de detenernos, de valorar los procesos y de volver a lo esencial.
Sembrar, cuidar, esperar y ver florecer es también una forma de educar el corazón.
Jardín Infantil Hilos de Colores: Las huertas urbanas, un recurso clave para la educación
Experiencia comunitaria del proyecto “Huerta Familiar Urbana”, Institución Educativa Misael Pastrana Borrero, Neiva-Huila
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